sábado, 7 de agosto de 2010

HISTORIA DE LA MINERIA CHILENA (COBRE)

La minería en Chile está lejos de ser una actividad reciente. Aunque se podría pensar que los inicios de nuestra principal actividad nacional se remontan al siglo XVI, con la llegada de los españoles deseosos de encontrar riquezas, nuestra historia minera, en específico la cuprífera, posee orígenes previos a dicha época.
Según han con <!--[if !vml]--><!--[endif]-->statado algunas investigaciones científicas, desde el 500 antes de Cristo, en pleno desierto de Atacama, ya se registraba la utilización del cobre por parte de Atacameños y Diaguitas, quienes lo conocían bajo el nombre de "payen". Cabe destacar que se han descubierto utensilios como cinceles de cobre, y otros objetos del mineral de la época anterior a la llegada de los españoles, lo que probaría el pasado prehispánico de nuestra principal actividad económica.
Más allá de la vinculación que tendría la explotación cuprífera con algunos grupos indígenas, el aspecto que potenció el desarrollo de la minería nacional en sus comienzos se produjo en el Siglo XVI con la colonización española.
Los asentamientos que se fueron formando centraron su quehacer en la búsqueda de riquezas minerales, por lo que la explotación de lavaderos de oro se convirtió en la actividad más importante en esa época.
Otro aspecto que revela la importancia de la minería para los conquistadores españoles es el hecho de que sus principales ciudades, como La Serena, Concepción, Valdivia, Imperial y Villarrica, hayan sido fundadas cerca de terrenos auríferos. Sin embargo, hacia fines del siglo XVI la actividad aurífera entró en decadencia, debido al agotamiento de los lavaderos y la disminución de la mano de obra indígena.
Durante el siglo XVII, las reformas comerciales introducidas por la Corona española llevaron a que la minería tuviera un gran impulso mientras que otras actividades, como la agricultura, pasaran a segundo plano.
Nuevamente el oro vuelve a ser un artífice importante, duplicando su producción, mientras que la plata obtiene crecimientos importantes que bordean el 400%.
Por su parte, el cobre comienza a adquirir gran importancia debido a que los españoles lo utilizan principalmente para fabricar armas y utensilios agrícolas. Además, comienza a ser explotado a países limítrofes y a España, también mayoritariamente para fabricar piezas de artillería, para la defensa contra piratas en el Océano Pacífico.
Dos siglos más tarde y en plena época de la Independencia, la minería fue una de las pocas actividades económicas que se mantuvo más o menos al margen de los hechos bélicos,


resultando luego impulsada por los diversos vínculos que Chile, ya independiente, formó con las naciones vecinas.   

Muchos extranjeros se radicaron en los centros mineros del norte, con lo que se facilitaron las vinculaciones con las empresas foráneas y se abrió la puerta para introducir mejoras

Tecnológicas y, posteriormente, para la afluencia de nuevos capitales. En la minería, lo más relevante fue el aumento de la producción de plata, el auge del cobre (llegando Chile a ser el tercer productor a nivel mundial) y el surgimiento de la producción de carbón.
Los factores del auge del cobre, por esos años son: la creciente demanda mundial, la introducción de una moderna tecnología y en el surgimiento de la industria fundidora del mineral a mediados de siglo XIX. La economía inglesa, que hasta antes de 1825 se autoabastecía de cobre, comenzó a aumentar sus requerimientos a causa de la Revolución Industrial. En 1826, Chile exportaba a Inglaterra 60 toneladas de cobre; en 1831, más de 2.000 y, en 1835, 12.700.
Entre los años 1820 y 1900, la producción del mineral rojo fue aproximadamente de 2 millones de toneladas, siendo con esto Chile el mayor productor y exportador de cobre a nivel mundial.
Pese al buen momento que vive en este período el cobre, hay otro mineral que también vive una próspera época y ése es el salitre. Durante las décadas de 1830 y 1840, este mineral no metálico logra gran importancia en Europa, en especial en Alemania e Inglaterra, debido a la producción de explosivos. Su aplicación como fertilizante se intensificó, además, por el crecimiento de la población europea y de sus requerimientos alimenticios.
Pero sólo en 1879 el salitre adquiere su real importancia, desde la Guerra del Pacífico, cuando Chile empieza a explotar las salitreras de Tarapacá y Antofagasta, como lo demuestran las cifras de la Época: entre 1879 y 1900, la producción crece sostenidamente, desde unas 600.000 a 1.460.000 toneladas anuales, fruto del trabajo de 80 oficinas salitreras que ocupaban 25.000 personas en sus faenas.
En esa misma época, en 1902, W. Braden adquirió el mineral de El Teniente, que llegó a transformarse en una gran empresa en 1912. Cuatro años más tarde, el grupo Guggenheim se hizo cargo de Chuquicamata. En 1900 las inversiones norteamericanas alcanzaban en valores nominales- a cinco millones de dólares y en 1920 llegaban a 200 millones, de los cuales 150 correspondían al cobre.
En lo referente a la Pequeña y la Mediana Minería, este sector se fue beneficiado con la creación en el año 1927 de la Caja de Crédito Minero, cuyo objetivo principal fue el de fomentar la Pequeña y Mediana Minería del oro y del cobre, por medio de la instalación de agencias compradoras de mineral y la construcción de plantas de beneficio, tanto de flotación como de lixiviación. Posteriormente, esta organización pasó a conocerse como la Empresa Nacional de Minería, la cual además de ser compradora de minerales, cuenta con plantas de concentración, dos fundiciones y una refinería electrolítica.
La crisis bursátil de 1929 provoca la caída de la demanda y del precio del cobre, llevando la producción a sólo 103.000 toneladas el año 1932. Esta situación se superó con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual la producción chilena sube hasta 498.000 toneladas en el año 1944.
Cabe indicar que la contribución del cobre chileno fue del 18% del total consumido en el conflicto bélico. Por esos años, Chile ya era el segundo productor de cobre del mundo. En los años siguientes, el Estado chileno pone en práctica nuevas políticas en cuanto a la



actividad extractiva, especialmente en la gran minería del cobre, para favorecer el interés nacional. Así es como, en 1955, se formula la llamada Política del Nuevo Trato, que busca aumentar las inversiones de las empresas de la Gran Minería, a partir de menores impuestos y del aumento de la producción, la cual sube de 355.400 toneladas al año, en 1954, a 488.400, en 1956.

Mas tarde, en el año 1964, bajo el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, se perfecciona dicha política con la llamada "chilenización del cobre", en que Chile se asocia mayoritariamente al capital norteamericano, toma en sus manos la comercialización del cobre y se realizan importantes inversiones para expandir la producción.
Posteriormente, en 1971, bajo el gobierno del Presidente Salvador Allende y mediante una reforma constitucional aprobada unánimemente en el Parlamento, se completa el proceso de nacionalización total de las empresas de la gran minería. La nueva normativa facultó al Gobierno para que dispusiera sobre la organización, explotación y administración de las empresas nacionalizadas.
Como resultado de estas atribuciones fueron dictados los decretos ley 1.349 y 1.350 publicados en 1 de abril de 1976, que formalizaron la creación de una empresa minera, la Corporación Nacional del Cobre de Chile, Codelco. 
Otro hito que repercutió en la minería fue la promulgación en 1974 del Estatuto de Inversión Extranjera, conocido como DL 600. Esta normativa establece los términos y condiciones que serán acordados en los contratos de inversión extranjera, los cuales garantizarán un tratamiento igualitario para los inversionistas extranjeros y locales. Este marco regulatorio se aplica a toda entidad extranjera, natural y legal, así como también a chilenos con residencia y dirección en el extranjero.
Asimismo, en 1983 se promulgó el actual Código de Minería, el que permitió un nuevo marco regulatorio para permitir la llegada de capitales extranjeros para invertir en la minería nacional. Es en este nuevo escenario, en 1988 para ser más específicos, se comenzaron a construir las obras de la mina Escondida, el primer megaproyecto de inversión extranjera en el sector con capitales principalmente australianos, ingleses y japoneses. La inversión inicial ascendió a US$836 millones.
Con el retorno a la democracia, se inicia un período en el que la estabilidad política y social en el país favoreció la llegada de inversión extranjera y la concreción de otros proyectos mineros de gran envergadura, por una inversión total cercana a los US$ 20.000 millones. El “boom minero” experimentado por Chile consolidó el liderazgo mundial de nuestro país en el sector, dando un fuerte impulso a las actividades productivas y de servicios en las regiones donde se instalaron los proyectos.
Las nuevas inversiones realizadas lograron triplicar la producción chilena de cobre durante la década de los noventa. La llegada al país de grandes compañías mineras internacionales transformó a Santiago y a la Región de Antofagasta en centros mundiales de la minería.
La industria introdujo nuevas prácticas de gestión, tecnología de última generación e incrementó su preocupación y cuidado por el medio ambiente. El auge fue acompañado por la modernización de Codelco, que redujo significativamente sus costos de operación, realizó grandes inversiones en protección ambiental y ajustó su dotación. Además, puso en marcha el proyecto minero Radomiro Tomic, el primero de envergadura desde la nacionalización del cobre.


Cabe indicar que la Gran Minería presenta destacados resultados en términos de productividad, debido a la introducción de modernas prácticas de gestión, fuerte inversión en capacitación y desarrollo de competencias, tecnología de punta, nuevo perfil del trabajador minero y las relaciones de cooperación que hay entre la industria y sus trabajadores, condiciones que permitieron además enfrentar el período de precios bajos (en torno a los 75 centavos de dólar por libra) que experimentó el metal rojo a fines de la década de los noventa. Un ejemplo de la fuerza que alcanzó la minería cuprífera entre 1993

y el 2005 se refleja en el hecho de que en ese período se produjo la misma cantidad de mineral que en los 92 años anteriores.      
Los incrementos de productividad, así como los menores costos de producción facilitan la competitividad de la minería chilena en los mercados internacionales, permitiendo que durante el 2002, Chile ocupara el primer lugar en el ranking del Instituto Fraser como el país más atractivo del mundo para la inversión minera, tanto por sus condiciones geológicas como por su potencial y estabilidad política.

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